Cuando en noviembre de 1972 la Caja de Ahorros del Sureste de España (CASE) dedicó en Elche una semana de orientación cinematográfica de las que solía programar en la Peña Madridista o en el colegio de los Salesianos al cineasta Luis Buñuel, la semilla de aquel cine que no ocupaba las muchas carteleras de la ciudad acabó por germinar en unos espectadores que llevaban muchos años asistiendo con más o menos regularidad a las distintas manifestaciones de cine-forum que se celebraban aquí.
Sin olvidar de cara a los órganos represores que su gran obra, «Viridiana», tras triunfar en Cannes, estaba prohibida aquí desde el año 1961 (siguiendo así hasta 16 años después), el ciclo se centró en las obras más destacadas de su agotada etapa mexicana. La proyección en la Peña Madridista de «Los olvidados» (1950), «Ensayo de un crimen» (1955), «Nazarín» (1958), y «El ángel exterminador» (1962) supuso el reconocimiento a una normalidad cinematográfica a la que los jóvenes vinculados a la organización de aquella actividad (Jaime Brotons Guardiola, Carlos Mateo, Francisco Moreno) dieron carácter de excepcionalidad con la creación de un cineclub en Elche, embaucando para ello a otros entusiastas, amigos con los que poder contar en una aventura de ese calibre (Juan Garrigós, Jaime Gómez Orts, Julián Fernández Parreño, Vicente Pérez Sansano, entre otros). Las sesiones de aquel cineclub, con el apoyo inquebrantable de la CASE, empiezan a ser habituales a lo largo de 1973.
La elección de Luis Buñuel para bautizar aquel impulso cultural no fue desafortunado pues, aunque la primera noticia sobre la creación de un cineclub en el país se remonta a 1923 en Barcelona, se ha acostumbrado a asociar el inicio de la actividad cineclubística a las sesiones realizadas por el cineasta aragonés durante su estancia en la Residencia de Estudiantes hacia 1927, tras su frecuente asistencia a uno existente en París. El nacimiento de aquellos primeros cineclubs radicaba en el afán de agrupar a los verdaderos amantes del cine; medio siglo después, en una ciudad como Elche sometida a fuertes cambios sociales, se puede decir que el fin se mantenía intacto.
En noviembre de 1974, para contar con la aceptación del Gobierno Civil, el cineclub Luis Buñuel se hace oficial y se constituye como asociación en el registro provincial, previo dictamen policial favorable en cuanto a las inclinaciones políticas de los que formaban la primera junta directiva. Según se hizo constar, su objetivo no era otro que fomentar el interés e impulsar la formación y cultura cinematográfica. Cuarenta años después, con una industria cinematográfica que exhibe un declive alejado de nuevas propuestas artísticas, mantenemos aquel anhelo primigenio. Durante estos años, cada una de las juntas directivas elegidas (y formadas por miembros de distinta índole) ha promovido cuantas actividades han sido necesarias para conseguir entre los asociados un nivel más elevado de conocimiento, tanto en el sentido artístico como técnico del séptimo arte. Para ello se han organizando ciclos cinematográficos periódicos, sesiones de cine-fórum, conferencias, seminarios, exposiciones y se ha colaborado en la creación y mantenimiento del Festival Internacional de Cine Independiente de Elche.
Según confiesa Buñuel en «su» último suspiro, comprendió que quería hacer cine cuando vio en París «Las tres luces» (Fritz Lang, 1921). Algo que había en aquella película, dice el cineasta, me conmovió profundamente iluminando mi vida. Haciendo de ese estremecimiento nuestra pretensión, semana tras semana intentamos proyectar aquellas películas que enciendan en nuestros socios la antigua luz que avive su condición de espectadores de cine. Cuando recién se cumplen 30 años de su desaparición, esto nos parecía, junto a la conmemoración del nacimiento de un cineclub que lleva su nombre, un motivo adicional como para dedicarle nuestros calendarios de 2014 a través de dos de sus películas, en las que, como ocurre en muchas otras suyas, se filma la imposibilidad inexplicable de satisfacer un sencillo deseo.
Sin olvidar de cara a los órganos represores que su gran obra, «Viridiana», tras triunfar en Cannes, estaba prohibida aquí desde el año 1961 (siguiendo así hasta 16 años después), el ciclo se centró en las obras más destacadas de su agotada etapa mexicana. La proyección en la Peña Madridista de «Los olvidados» (1950), «Ensayo de un crimen» (1955), «Nazarín» (1958), y «El ángel exterminador» (1962) supuso el reconocimiento a una normalidad cinematográfica a la que los jóvenes vinculados a la organización de aquella actividad (Jaime Brotons Guardiola, Carlos Mateo, Francisco Moreno) dieron carácter de excepcionalidad con la creación de un cineclub en Elche, embaucando para ello a otros entusiastas, amigos con los que poder contar en una aventura de ese calibre (Juan Garrigós, Jaime Gómez Orts, Julián Fernández Parreño, Vicente Pérez Sansano, entre otros). Las sesiones de aquel cineclub, con el apoyo inquebrantable de la CASE, empiezan a ser habituales a lo largo de 1973.
La elección de Luis Buñuel para bautizar aquel impulso cultural no fue desafortunado pues, aunque la primera noticia sobre la creación de un cineclub en el país se remonta a 1923 en Barcelona, se ha acostumbrado a asociar el inicio de la actividad cineclubística a las sesiones realizadas por el cineasta aragonés durante su estancia en la Residencia de Estudiantes hacia 1927, tras su frecuente asistencia a uno existente en París. El nacimiento de aquellos primeros cineclubs radicaba en el afán de agrupar a los verdaderos amantes del cine; medio siglo después, en una ciudad como Elche sometida a fuertes cambios sociales, se puede decir que el fin se mantenía intacto.
En noviembre de 1974, para contar con la aceptación del Gobierno Civil, el cineclub Luis Buñuel se hace oficial y se constituye como asociación en el registro provincial, previo dictamen policial favorable en cuanto a las inclinaciones políticas de los que formaban la primera junta directiva. Según se hizo constar, su objetivo no era otro que fomentar el interés e impulsar la formación y cultura cinematográfica. Cuarenta años después, con una industria cinematográfica que exhibe un declive alejado de nuevas propuestas artísticas, mantenemos aquel anhelo primigenio. Durante estos años, cada una de las juntas directivas elegidas (y formadas por miembros de distinta índole) ha promovido cuantas actividades han sido necesarias para conseguir entre los asociados un nivel más elevado de conocimiento, tanto en el sentido artístico como técnico del séptimo arte. Para ello se han organizando ciclos cinematográficos periódicos, sesiones de cine-fórum, conferencias, seminarios, exposiciones y se ha colaborado en la creación y mantenimiento del Festival Internacional de Cine Independiente de Elche.
Según confiesa Buñuel en «su» último suspiro, comprendió que quería hacer cine cuando vio en París «Las tres luces» (Fritz Lang, 1921). Algo que había en aquella película, dice el cineasta, me conmovió profundamente iluminando mi vida. Haciendo de ese estremecimiento nuestra pretensión, semana tras semana intentamos proyectar aquellas películas que enciendan en nuestros socios la antigua luz que avive su condición de espectadores de cine. Cuando recién se cumplen 30 años de su desaparición, esto nos parecía, junto a la conmemoración del nacimiento de un cineclub que lleva su nombre, un motivo adicional como para dedicarle nuestros calendarios de 2014 a través de dos de sus películas, en las que, como ocurre en muchas otras suyas, se filma la imposibilidad inexplicable de satisfacer un sencillo deseo.
Hemos recordado «El ángel exterminador», la película mexicana que sirvió para cerrar aquel ciclo sobre el cineasta en Elche en el 72 y «El discreto encanto de la burguesía», la película de aquel año con la que consiguió una estatuilla de Hollywood justo cuando comenzaba la andadura del cineclub en nuestra ciudad. En la primera un grupo de personas, aun queriendo, no pueden salir de una habitación; en la segunda, sus personajes quieren a toda costa cenar juntos y no lo consiguen. Sin embargo, ahora que empieza un nuevo semestre, conviene aclarar que el cineclub Luis Buñuel, al contrario que el cine insatisfecho de Luis Buñuel, sigue cumpliendo el deseo infatigable de sus socios para reunirse ante una pantalla, para permanecer en la sala por su propia voluntad, fascinados por las películas que hacemos.
Publicado en el diario INFORMACION (08-01-2014) por nuestro compañero y vicepresidente de la junta directiva del cineclub, José Francisco Cámara Sempere