lunes, 20 de abril de 2020

UN CINE EN LLAMAS (*)

Quiso el azar que la última película que proyectó el Cineclub Luis Buñuel en su pantalla infatigable antes del cese de la programación por la crisis sanitaria a consecuencia de la pandemia del coronavirus SARS-COV (COVID-19), fuera el testimonio de un confinamiento al que se ve obligada una pintora en el siglo XVIII para componer el retrato de una mujer que se encierra en una isla para esperar un matrimonio de conveniencia. El retrato sería parte de la dote y debía ser ejecutado de memoria ante la negativa de la mujer comprometida y el resultado, como anuncia el título de la película, fue el Retrato de una mujer en llamas, una mujer que debe esconder la pulsión pasional que la atenaza dentro de un sistema patriarcal y que la pintora le ayudará a subvertir, una vez que reconocen su mutuo enamoramiento. La historia es narrada por la pintora a través de tres recuerdos: la intensidad de la relación entre ambas mujeres en la isla, la representación de la amada en un lienzo y la evocación de esa pasión insular cuando, tiempo después, la ve en un teatro.

La película planteaba lo que más nos interesa, premonitoriamente después, cuando somos espectadores en unas condiciones particulares en las que seguimos reconociendo, ahora más que nunca, la creación artística como un acto de amor pero en una situación extraordinaria que nos obliga a convertir en memoria el hábito de ir a una sala y someternos al arrebato cinematográfico. El objeto de nuestro amor, como lo conocíamos y como debemos aprender a practicarlo ahora, recuerda la reflexión melancólica que invade a la pintora de la película cuando tiene la duda de si la figura de quien amó es la misma que su representación. En estas semanas de incertidumbre nos hemos sentido así: incapaces de reconocer en las imágenes que hemos intentado recuperar al abrigo de casa la pasión ardiente del cine que nos convocaba cada semana. Y aunque nos haya costado por la gravedad de la situación que vive la sociedad, por la preocupación hacia nuestros seres más estimados o que han resultado más vulnerables, por las consecuencias que se vislumbran tenuamente en la línea del horizonte al que cada día nos acercamos, el cine seguirá ahí para reconfortarnos en las circunstancias más dolorosas.

En un momento de la película la pintora explica uno de sus cuadros, uno que muestra el mito de Orfeo y el instante en que éste, impaciente, se gira para observar a Eurídice de regreso del inframundo cuando aún no había sido completamente bañada por los rayos del sol y se convierte en la última mirada, fijando en ese gesto la voluntad de que sobreviva en el tiempo. Como ‘Orfeos’ recordamos la última vez que vimos nuestra estimada sala en la Fundación Caja Mediterráneo, nuestro último reducto después de casi medio siglo de existencia, y recordamos otros momentos en que se superaron las dificultades y se logró proyectar la luz reconfortante sobre la pantalla en la oscuridad de la sala. Reconociendo esa imagen, recordando nuestro enamoramiento con el cine, seremos capaces de volver, expuestos sin temor otra vez a todo tipo de emociones.

Cuidaos mucho, sin vosotros, los socios y socias del Cineclub, no podemos mantener encendida la llama de nuestro cine.

(*) José F. Cámara Sempere


Y recordad, queridos amigos y amigas, que la pantalla infatigable no es O que arde, sino Las buenas intenciones y que estaremos Siempre juntos en The Party como Buenos vecinos y Llenos de Vida porque sufriremos sí, pero no somos I Vitelloni ni Parásitos ni Niñas Bien, somos una Isla Bonita y esto es La vida y nada más... 

Saludos cinéfilos de la Junta Directiva del Cine Club Luis Buñuel  

No hay comentarios:

Publicar un comentario